Desde hace tiempo, padecemos como sociedad síntomas de lo que llamamos una “enfermedad del sistema de las relaciones” entre marcas, consumidores y comunidades. El propósito empresarial vino a ser la primera línea para generar una base relacional. Sin embargo, aún tenemos una brecha por resolver.
Cobra mayor fuerza la idea de que las marcas deben aportar a que Chile sea un mejor país y cumplir el rol social que se espera que ellas tengan. Deben ser capaces de conectar o re-conectar con la comunidad con un propósito fundamental que refleje una organización comprometida con la sociedad.
Esto constituye el “círculo virtuoso de la comunicación”, que fortalece los vínculos de la organización con su razón de ser, escuchando genuinamente a los clientes y colaboradores, declarando el rol en la sociedad y amplificando el mensaje externamente.
El desafío es generar pertenencia para la marca, que se relaciona con el entorno, en una dimensión más profunda, más conectada. Haciéndose relevante, desarrollando contenidos valiosos y adecuados, e innovaciones que sorprendan y mejoren esta relación.
¿Serlo y parecerlo? Ahí está la cuestión. Porque conectar en el ser y en el hacer es nuestra opción para avanzar y comenzar a sanar esta “enfermedad”. Sin ello, las marcas permanecerán en un evidente estado de indiferencia, quedando “fuera del juego”.